La parábola del hijo que se arrepintió y regresó
לוּקַס
Lukas 15:11-32
(Frases claves en esta parábola están resaltadas en amarillo)
11 Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda.
13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a una nación lejana donde malgastó su hacienda viviendo como un lujurioso.
14 Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba (nadie le daba cosa mejor).
17 Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra los Cielos y ante ti.
19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
20 Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21 El hijo le dijo: “Padre, pequé contra los Cielos y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.”
22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
23 Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta,
24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.
25 Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.”
28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
29 Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y nunca dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!”
31 Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.”»
Generalmente se designa a esta parábola con el título inconveniente de “hijo pródigo”, sin embargo esta distinción es ya de por sí impropia, toda vez que en la parábola no aparece la palabra “prodigo” y que la prodigalidad del hijo nada tiene que ver con las arcas de enseñanza esenciales que esta parábola pretende resaltar. Algunos autores han propuesto otros títulos, que, tampoco colocan el acento en lo esencial y más bien se convierten en una especie de distracción que hace que nos alejemos aún más del sentido verdadero de la parábola. Títulos éstos son “la parábola de los dos hijos” o “la parábola del amor del padre”.
¿Cuál sería el título oculto para esta parábola?
La estructura de la parábola se puede dividir en dos partes distintas, por lo que algunos exégetas han puesto de manifiesto sus dudas con respecto a la autenticidad de la segunda mitad (versos 25-32), a la que consideran como un texto añadido por Lucas a fin de completar la parábola primigenia. Sin embargo, esto es del todo improbable, pues en esta parábola volvemos a hallar la polémica respecto del perdón y la restauración definitiva para aquellos que fueron lejos y retornaron, y que a algunos cuantos (religiosos) tal regreso no gustan en lo absoluto. Ya de por sí este mensaje oculto estaba implícito en otras parábolas, como es el caso de la parábola de la Oveja Perdida.
Es evidente que en esta parábola no solamente el padre es una copia que se obtiene de El Padre Yahveh Elojiym, y que también el hijo perdido es la copia de un infiel, sino que también así se interpretó y se consideró que esta forma de alegorización era la adecuada en la época de Yahshuah; sin embargo, el mensaje que se oculta es más profundo de lo que a simple vista parece.
Pero vamos a analizar varias facetas de esta parábola, observando en detalle cómo la misma describe con rigor el estado deplorable en que se encuentra la humanidad, y más aún en particular, el hijo perdido que retornó, para ver de quién se trata en lo particular y qué implicaciones tiene esto para la Restauración definitiva de Yosef en Efrayim.
En la descripción que Yahshuah efectúa del estado ordinario del hombre, éste es presentado como un ser adormecido, extraviado, entretenido, lo cual lo convierte en un ser inútil para intentar despertarse, renacer, volver a la vida. Aquí, Yahshuah pretende lograr llevarnos de un estado de coma existencial a un estado totalmente distinto, a una condición completamente renovada y diferente, cuya existencia no se sospecha, si no que se experimenta íntimamente. Pero, para ello, antes hay que tomar conciencia del estado del ser en el momento de la partida hacia el retorno, así como de sus múltiples implicaciones (lo que nos espera a nuestro regreso).
La parábola ilustra a la perfección este esquema, y está nutrida de indicaciones valiosas. Una vez más, Yahshuah se basa en la experiencia común de cada cual, en la realidad contundente de la que cada cual es partícipe cotidianamente y, en conjunto con el universo del pensamiento hebreo, Él extrae una enseñanza maravillosa acerca de las realidades espirituales e inteligibles que nos rodean.
El hijo reclama la parte que le corresponde de la herencia de su padre, lo cual era perfectamente legal en aquella época. Ahora bien, no se trata de cualquier patrimonio, propiedad o riqueza. Se trata de una sustancia o esencia en abundancia. Pero él quiso partir hacia una nación lejana para gastar sus bienes, es decir, se apartó para dispersarse y con ello motivar el derroche de la sustancia que reclamó.
¿Qué objeto tenía partir del lugar donde lo tenía todo? Por tanto, el bien que heredó este hijo con pleno derecho y que dilapida no es, evidentemente, de orden material. Este hijo, en lugar de multiplicar su herencia en el “exterior”, lo que hizo fue malgastarla hasta perderla en su deplorable “interior”, para quedar en el estado más bajo de su propia condición humana.
הִתְגַּלּוּת
Jitgalut 3:17-20 Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a quienes amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
El hijo ha perdido su propia sustancia, su propia esencia, esto es, aquello que es el cimiento en él y que, por consiguiente, es vital para su propia existencia. El hecho de irse o mejor dicho, volver la espalda a esta ‘sustancia’, para ir en pos de sus propias rancias decisiones (trapos sucios), es lo que condena al hombre y provoca su caída. Para escapar del desastre que lo rodea y que le ha llevado a tocar fondo, el único recurso que le queda es ‘retornar’ a la ‘sustancia’ a fin de volver a nutrirse de ella para ser restaurado. Siendo así, no queda otra alternativa más que ‘regresar a Casa’, a la casa de donde nunca debió haber salido.
En esta parábola, el concepto del alimento está cargado de un significado muy profundo. Más allá de las apariencias, el ‘hambre severo’ y el hecho de desear ‘llenarse el vientre’ concomita con el objetivo de literalmente ‘saciarse’ para aprehender la riqueza del Reino de los Cielos explícita en versos como los siguientes:
לוּקַס
Lukas 6:21 “Benditos quienes tienen hambre ahora, porque serán saciados…
לוּקַס
Lukas 9:17 “Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.”
יוֹאֵל
Yoeil 2:19 “Respondió Yahveh y dijo a su pueblo: «He aquí que yo les envío grano, mosto y aceite virgen: se hartarán de ello, y no les entregaré más al oprobio de las naciones.”
Ello sin duda nos conduce por el Camino de la Reunión, de la Restauración de Yisraeil, de todos sus hijos o las Doce Tribus, para lo cual, el retorno del hijo extraviado, de la oveja perdida, es vital a fin de completar la Familia que se sentará a la mesa para comer El Pan de los Cielos.
El hambre severa en su forma primigenia alude sin duda a una situación interior crítica. Cuando comenzaron a faltar los recursos para su sustento, la vida le ofrece a este joven la primera etapa de su amarga experiencia, y la preparación para un cambio contundente en su vida como resultado de una decisión funesta. En la parábola, la privación a la que se ve sometido el hijo es tal (“Yo a quienes amo, los reprendo…”) que éste está dispuesto a alimentarse del pienso con que se alimenta a los puercos, no sin antes acudir a un último recurso (allegándose a alguien para que al menos lo emplee como jornalero) a fin de todavía ser capaz (ilusión de lo mental) de aguantar la vergüenza de un inminente regreso, lo cual significa que está humillado en su amor propio y todavía le queda algo de orgullo por no desfallecer en el intento. Sin embargo fue inevitable y muy deprimente para él terminar en una nación extranjera viéndose rodeado de cerdos. Ni aún las algarrobas son el sustento definitivo; no son más que paliativos que a la postre quitarán el hambre temporalmente, pero en definitiva él volverá a padecer hambre, pues carece del Pan que en verdad le nutría.
Tener que comer de lo que comen los cerdos no es más que su abismo más profundo, la manera más aproximada a perecer solo en el mundo, y pronto a desaparecer sin ser echado de menos, mucho menos en ser compadecido. Pero éste es el bendito punto decisivo; cuando la noche es más oscura, es cuando está a punto de amanecer.
יִרְמְיָהוּ
Yirmiaju 2:19 “Que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten; reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahveh tu Elojiym y no temblar ante Mí, expresión de mi Maestro Yahveh de los ejércitos”.
הַיָּמִים
ב דִּבְרֵי Divrey JaYamiym Bet 12:8 “Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es Mi servidumbre y la servidumbre de los reinos de las naciones.”
עָמוֹס
Amos 9:9 “Porque he aquí que Yo doy orden, y zarandearé a la casa de Yisraeil entre todas las naciones, como se zarandea con la criba sin que ni un grano caiga en tierra.”
Andar cuidando los cerdos ya de por sí es el colmo de la degradación, y aún empleándose como apacentador de marranos no le basta para asegurar su subsistencia, él no puede evitar sentir envidia por el alimento que comía como cuando vivía en Casa de su Padre (la amargura del pasado mental [la ilusión de los meros recuerdos] que ya no es). Incluso, en el peor de los casos, nadie le da siquiera algo mejor que las algarrobas que comen los cochinos.
הוֹשֵׁעַ
Josheia 8:8 “¡Tragado ha sido Israel! Están ahora entre las naciones como un objeto que nadie quiere.”
יִרְמְיָהוּ
Yirmiaju 30:14 “Todos tus amantes te olvidaron, por tu salud no preguntaron. Porque con herida de enemigo te herí, castigo de hombre cruel, (por tu gran culpa, porque son enormes tus pecados).
La algarroba es una planta anual herbácea de la familia de las leguminosas de flores blancas y semillas moteadas que se emplean como pienso. La algarroba es del mismo género que el haba. En naciones semidesérticas (regiones de Siria), los viajeros y los pobres se alimentaban de plantas y de frutos salvajes, como los animales. Su pulpa azucarada era un alimento muy extendido que, con otras plantas, servía de alimento en los periodos de sequía y hambruna. El término algarrobas en hebreo es חרובים oחֲרוּבִים cjaruviym, que deriva de חֲרוּב cjaruv, un lugar aislado (precisamente el lugar en donde el hijo de hallaba lejos de su terruño paternal, es decir el exilio o la diaspora).
La palabra algarroba viene del arabe ‘al-jarrub’, donde ‘al’ es “sobre”. A la algarroba también se le conoce con los nombres de garrofa, garrofera y garrofal. La etimología (origen de las palabras) de esta palabra nos conduce al término “error garrofal” o “error garrafal” para referirse a un error duro de contundencia mayor. O como quien dice, algarroba es ‘sobre el error’.
La Real Academia Española añade que ‘jarrub’ o garrofa viene del persa ‘jar-lup’ que significa ‘quijada de burro’. No en vano nuestra parábola da enormes indicios sobre la forma de actuar de un individuo con respecto a esa clase de animales en tanto se aleja de su hogar primigenio.
El hecho que el hijo se sustente con algarrobas tiene por objetivo señalar que se halla en una situación de extremo desamparo.
Una de las peticiones formuladas en el ‘Avinu ShebaShamayim’ o ‘Padre Nuestro que estás en los Cielos’ alude precisamente al alimento esencial, el pan, cuya naturaleza real constituye el tema más importante de esta parábola, pues lejos, fuera de Casa es prácticamente imposible hallar el verdadero sustento para nuestra vida.
La parábola tiene por telón de fondo un periodo de penuria. En primera instancia, la parábola hace referencia a un hecho histórico, ya que las hambrunas eran un flagelo que azotaba con bastante frecuencia el Canaán de aquel entonces. La emigración fue un fenómeno muy importante, sin embargo el tema del hijo extraviado en razón de su insensatez se repite en todas Las Escrituras Sagradas en forma de una evocación o narración paulatina en diferentes Enseñanzas Mesiánicas, en cuyos textos El Maestro repite constantemente: “No olvides nunca que eres el hijo de un Rey”.
La partida y el retorno son dos acciones que hay que interpretar en su dimensión mesiánica. Hablar de alejamiento y de retorno es otra forma de abordar las enormes diferencias entre el hombre exterior y el hombre interior. Es muy distinto en complejidad observar la Casa desde afuera, que observar hacia afuera desde adentro de la propia Casa.
מַלְאָכִי
Malakiy 3:7 “Desde los días de sus padres vienen apartándose de Mis preceptos y no los observan. Vuélvanse a Mí y Yo Me volveré a ustedes, dice Yahveh de los ejércitos. Dicen ustedes: ¿En qué hemos de volver?
Al hombre exterior pertenece todo cuanto está adherido al alma envuelto en carne, sangre y mezclado con ella, y que coordina con cualquiera de sus miembros dentro de él, como lo es, sus ojos, sus oídos, su lengua, sus manos… Y La Escritura Sagrada llama a este hombre el viejo, el terrenal, el estereotipado, el del estatus existencial, el religioso, el hostil, el subliminal, el supersticioso, el emocional, el hombre servil, el ser débil y susceptible a los embates de la vida.
En cambio el ser dentro de nosotros es el interior; éste es llamado por La Escritura Sagrada el hombre nuevo o renovado, el celestial, el joven, el amigo, el príncipe llamado a ser rey. El hijo que se alejó de la casa paterna cortó con su realidad fundamental, con su sustancia y, al ser victima de toda suerte de fascinaciones y emociones, se dispersó, vive en su propia diáspora existencial alejado de sus raíces. Es un distraído, indudablemente es un hijo atolondrado pues, ha malgastado su propio bien. Es un ser voluble preso de sus propias pasiones existenciales. El hijo se pierde no porque ha derrochado su tesoro, si no porque lo hizo lejos de Casa y ahora no tiene quién acuda en su ayuda. No le queda otra alternativa más que regresar y humillarse. ¿Por qué no pensó en disfrutar de su herencia en tanto que vivía en su propia hacienda? ¿Por qué no ahorrarse tiempo y recursos en ir en pos de nada para de todas maneras tener que volver para empezar de nuevo? El hijo ha descuidado su hacienda porque él cortó toda raíz de conexión con su Casa Paterna.
יְשַׁעְיָהוּ
Yshayaju 55:2 “¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y su jornal en lo que no sacia? Háganme caso y coman cosa buena, y disfrutarán con algo sustancioso.”
Y no solo eso, sino que derrochó su hacienda con “prostitutas” (mas aún cuando fue en pos de las religiones), el camino más fácil, la figura permanente que acecha y provoca el sensualismo que conduce a los hijos del rey a la idolatría (בְּרֵאשִׁית Breishiyt 6:2). ¿Qué oportunidad más “bella” para estos hijos insensatos, que gastar el dinero con mujeres a cambio de deleites pasionales y favores sexuales?
מִשְׁלֵי
Mishley 29:3 “Quien ama la sabiduría, da alegría a su padre, quien anda con prostitutas, disipa su fortuna.”
Pues, el verso 13 es completado en la segunda parte de la parábola en el verso 30 con la firmeza con que el hijo mayor asegura que el hijo menor malgastó su dinero por ir en pos de prostitutas. Pero cuidado, hay diversas maneras muy sutiles de no llevar una vida saludable, así como diversas son las formas de prostituirse.
Sin embargo, toda vez que sepamos que ya es suficiente con haber desgranado la naturaleza de este joven que hasta aquí no se haya más que en la completa miseria, crucemos el puente y lleguemos al eje central de la parábola que es el verso 17:
“Y entrando en sí mismo….”
Antes, había estado “fuera de sí”. Esta toma de conciencia, que consiste en un retorno inmediato a sí mismo y en sí mismo (en su propio interior), sin tiempo, ni miramientos que perder, constituye la clave de la parábola. El hijo u oveja extraviada, el fruto que cayó lejos del árbol hasta casi podrirse, se da cuenta en medio del fondo que lo asfixia de que los jornaleros que están con su padre tienen pan en sobreabundancia.
¿Qué más que su hermano mayor que ha permanecido al lado de su padre toda su vida posee más que pan y además no tiene que gastar ni un kilo de su herencia, mientras este hijo menor está allá, en la lejanía de la distancia que lo separa de su Casa a punto de morir de hambre? Pero, ¿no sabía todo esto antes de alejarse y durante todos los días de su exilio? Lo sabía y no lo sabía. Como su corazón estaba del todo apartado del hogar y sumido en indulgencias egoístas, la casa de su padre nunca entraba dentro del límite de su visión, o sólo como otro nombre por esclavitud y tristeza. Pero ahora vacío, desolado, ajado, pereciendo, la Casa, con toda su paz, plenitud, libertad, dignidad, se asoma ante su vista y llena toda su visión como una realidad viva y cálida, y quebranta su corazón.
Yahshuah, El Maestro, hace un llamado a tomar conciencia sin apelaciones, sin excusas, sin tiempo que perder. “Ya no hay tiempo de llorar”. Sin esta toma de conciencia, la humanidad de este hijo seguirá debilitándose, al tiempo que seguirá subsistiendo nada más que por la remota ilusión de continuar en la pocilga en la que se encuentra.
קֹהֶלֶת
Kojelet 9:3 “Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos!”
“Me levantaré, iré a mi padre y le diré… Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
Aunque “no es más digno de ser llamado su hijo”, el pecador que desea retornar es enseñado a reclamar la relación degradada y profanada, mas todavía existente, pidiendo ser hecho siervo, quedando como hijo pero siendo hecho “como uno de los jornaleros”, deseoso de ocupar el lugar más humilde y hacer el trabajo más ruin.
“
Solo puedo esperar que Su puerta no esté cerrada contra mí, cuán contento tomaría cualquier lugar y hacer cualquier trabajo, feliz sólo con tal de estar allí”.
Esto es la transformación definitiva, el “vete y no peque más” (שִׁיבָהְ וְשִׁקּוּם Retorno y Restauración), nada absolutamente nuevo, mas todo nuevo: cosas viejas y familiares vistas en una luz nueva y por primera vez como realidades de magnitud y poder abrumadores. ¿Cómo se produce esto? La parábola no lo dice, pues eso es trabajo del interior de cada cual. El único objetivo de la parábola es pintar la bienvenida al Reino de los pecadores más grandes, cuando (no importa por el momento cómo) ellos “se levantan y van a su Padre”.
No se trata meramente de tomar la decisión de partir, de regresar. Aquí no se emplea el verbo en la forma de “arrepentirse”, si no ‘levantarse’; así, no es difícil pensar en la Resurrección cuando se trata de ‘ponerse en pie’, levantarse del letargo (muerte en vida) existencial en que uno se encuentra. ¿Cómo se comprueba esto? Con el verso 24 cuando dice:
“…
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.”
En los Besoriym o Buenas Nuevas, la muerte tiene frecuentemente un sentido figurado y alude al fallecimiento espiritual, la agonía en que se debate la humanidad que no está atenta a escuchar el ser esencial que habita en lo más hondo de sí misma. Así, la urgente y radical exhortación de Yahshuah cuando dice…
“
Deja que los muertos entierren a sus muertos” (לוּקַס Lukas 9:60),
…no da lugar a excusa o tergiversación alguna. Por muy chocante que pueda parecer esta frase de El
Mesías, bien sea en el contexto de la sociedad religiosa de Su tiempo en la Tierra como en el contexto de la sociedad religiosa de hoy en día, se debe subrayar que es primordial vivir una vida consciente, vigilante, despierta, pues, de no ser así, el individuo se convertirá inevitablemente en un muerto viviente (cadáver articulado).
¿Será que honramos realmente a padre y a madre cuando nos limitamos a cumplir ritos convencionales o actos piadosos y no hacemos nada para dejar de ser muertos vivientes? ¿Para qué guardar solemnidad a obligaciones religiosas, si la acción del ‘Despertar’ no es abordada nunca? Sin embargo,
‘
quien vigila nunca muere; pero quien es descuidado ya de por sí está muerto.’
Y en efecto, si el ser humano ya está muerto, ¿qué importa entonces todo lo que pueda hacer si de todas formas está muerto? Esa es precisamente la clave de:
“…deja que los muertos entierren a sus muertos”
He ahí el gran interrogante que plantea Yahshuah, una cuestión que relega de forma inequívoca a un segundo y tercer planos (añadiduras, minucias de la vida, limosnas del ser, migajas de la existencia) todo aquello que no forme parte de la Senda (El Camino) hacia El Despertar. En
מַתִּיָהוּ Matiyaju 8:22, las palabras de Yahshuah se detienen en este aspecto radical, que invita al discípulo a entrar en sí mismo.
“
Estando él todavía lejos, le vio su padre”
Cuando se vuelve el rostro hacia la Casa, aunque todavía lejos, nuestro Padre reconoce a Su hijo en nosotros, y sale a recibirnos, sin decir: “Qué venga él a mí y pida perdón primero
”, mas Él mismo da el primer paso:
“…
y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.”
¿Cómo? ¿Con toda su suciedad? Sí.
¿En sus harapos? Sí.
¿En su miseria y quebranto? Sí.
“Padre nuestro que estás en los cielos”, ¿es éste el retrato tuyo? Así es
:
יִרְמְיָהוּ
Yirmiaju 31:20 “¿No es Efrayim hijo precioso para mí? ¿No es niño en quien me deleito? Porque desde que hablé de él, me He acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia, dice Yahveh.”
“Traigan aprisa
el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
יְשַׁעְיָהוּ
Yshayaju 61:10 “Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Elojiym, porque me Ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el novio se pone una diadema, como la novia se adorna con aderezos.
זֶכַּרְיָה
Zekaryah 3:4,5 “…¡Quítenle esas ropas sucias y pónganle vestiduras de fiesta; le dijo: Mira, yo he pasado por alto tu culpa. Y coloquen en su cabeza una cobertura limpia. Se le vistió de vestiduras de fiesta y se le colocó en la cabeza una cobertura limpia. El ángel de Yahveh que seguía en pie.”
“…
y unas sandalias en los pies”
Los esclavos andaban descalzos. Así tenemos un triple reflejo de libertad y honor en las vestiduras, el anillo y el calzado, establecidos, como fruto de una reconciliación perfecta.
El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y nunca dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
Aquí estaba la gran equivocación del hijo mayor, que presa de sus celos tontos creyó que se trataba de una mera fiesta para agasajar a un malagradecido.
“
Los sabios cuando comienzan a hablar de más al suponer lo que no es, comienzan a rayar en la inmadurez.”
No fue una fiesta para agasajar a aquel que dilapidó la herencia. Sin duda, se trataba de la forma más ecuánime de expresar un padre el gozo que él sentía por la salvación de su hijo pequeño.
…y
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!”
¡Qué censura más indigna al padre, no sólo que este hijo desconozca al otro, sino que lo tire sobre su padre, como para decir: “Tómalo, y gózate de él.” En lugar de decir “ese hermano mío”, la expresión reluciente más por la rabia que por la sensatez de espíritu no es otra más que “ese hijo tuyo”!
«Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
El padre no se resiente del insulto, pues ¿cómo podría, después de la grandeza de corazón con que había besado al hijo que había regresado? Con calma reconviene con él: “Hijo, escucha razones. ¿Qué necesidad había de regocijo especial, exuberante por ti? ¿No dijiste: “He aquí tantos años te sirvo”? Esto dijiste con verdad; mas por solo ese motivo yo no pongo a toda la casa a regocijarse sobre ti. Para ti está reservado lo que es mejor todavía, la satisfacción de toda una vida tranquila, como fiel hijo en casa de tu padre, ni de la herencia reservada para ti nada es quitado por el gozo festivo y propio por éste que era antes insensato, mas ahora prudente y recién salvado”.
32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.”»
¿Era posible que tomara él su lugar largo tiempo vacante en la familia sin alguna señal especial de admiración y gozo por este cambio? ¿Habría sido esto natural?” Pero siendo esto el significado de la fiesta, ésta sería por esta misma razón temporal. Con el tiempo, la sumisión aun del hijo menor vendría a ser la regla y no la excepción; él también al fin podría osarse a decir: “He aquí, tantos años te sirvo”; y de él diría el padre: “Hijo, tú siempre estás conmigo.” En tal caso, pues, no sería “necesario hacer fiesta y holgarnos”. Las lecciones son obvias, mas ¡qué hermosas!
(1). Cuanto más hondamente sumido y más tiempo apartado esté el pecador, tanto más exuberante es el gozo que su salvación ocasiona.
(2) Tal gozo no es la porción de aquellos cuya vida ha sido pasada en el servicio de su Padre en los Cielos.
(3). En vez de murmurar por la falta de éste, ellos deberían considerar como el más alto testimonio a su fidelidad de toda la vida, el hecho de que algo mejor está reservado para ellos, la profunda y permanente complacencia de su Padre Celestial.
He aquí reflejado en esta parábola Efrayim y toda su descendencia. He aquí reflejado el hermano menor que fue puesto por mayor solo por la Sagrada Voluntad de El Padre. Sin embargo, he aquí que este hijo se extravió, pero tarde que temprano regresó. Y hoy por hoy desea regresar y continúa regresando, muy al pesar de que su hermano mayor reflejado en Yjuda se opone a ello. Hay fiesta en los Cielos porque un hijo extraviado ha regresado a Casa. Nuestro hermano mayor no debería enojarse por ello, sino que muy por el contrario debería alegrarse, porque:
…
este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.
¿No fue así el regocijo que sintieron todos los hermanos cuando el hermano (Yosef, padre de Efrayim), al que creían muerto estaba vivo y había sido hallado?
No debemos olvidar que lucir un manto nuevo es un reflejo de la redención:
מַרְקוֹס
Markos 2:21 “Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor.”
Lo que es viejo está superado, y la manera tradicional de ver las cosas ya no tiene valor. El hijo que regresa también recibe un anillo en el dedo, lo que significa que vuelve a tener plenos poderes, pues el anillo está provisto de un sello; y le calzan sus pies con sandalias nuevas, lo cual indica que ya no es un esclavo. En adelante, el hijo que regresa podrá avanzar por el Camino que se abre ante sí
…
¿Cuál sería entonces el título oculto para esta parábola?
El retorno de Efrayim a La Casa de El Padre y Rey
El retorno del hijo extraviado, de la oveja perdida, es vital a fin de completar la Familia que se sentará a la Mesa para comer El Pan de los Cielos. Si esto no es así, entonces la familia nunca estará reunida completamente, y la Restauración, entonces, nunca se llevará a cabo.