La Germinación Humana
El Maestro recurre a la ilustración de la germinación precisamente para describir el carácter energizante acerca del crecimiento y el hecho de que éste, en su propia marcha, pueda degenerarse.
Matiyaju 13:1-9; Markos 4:1-9; Lukas 8:5-8
Yahshuah sólo comienza a narrar la parábola tras subirse a una barca, mientras que la muchedumbre debe quedarse en tierra. Así, la tierra firme refleja en este caso la percepción primaria del hombre, es decir, el nivel más bajo, es decir, lo sensible y el aferramiento a las realidades terrenales.
Así, el grano de la enseñanza es devorado por los pensamientos, los cuales se adueñan de él y lo destruyen, pues los pensamientos, en efecto, son cambiantes, inestables, por eso se reflejan en las aves (como la mente que vuela con la imaginación).
Los pensamientos a veces se convierten en obstáculos porque surgen de las emociones, de modo que contribuyen a cultivarlas. Así, el grano o enseñanza se puede pervertir o desviar de muchas formas (religiones, por ejemplo).
La parábola denuncia otros riesgos gravísimos:
La ausencia de estructura interior, representada por la escasa profundidad de la tierra, y la ausencia de raíces.
Así, el grano es quemado por el sol porque está expuesto, en lugar de conservarse en el terreno de lo profundo.
Las espinas reflejan los problemas que dificultan la germinación del grano y lo echan a perder al ser demasiado frágil para subsistir ante tales fuerzas antagónicas.
Lukas 8:11 “La parábola quiere decir esto: La simiente es la palabra de Yahveh…”
Yaacov habla acerca de La Palabra de Yahveh (Yaakov 1:21), pues habla de la “palabra sembrada en ustedes”.
Así, la simiente sugiere la idea de una germinación, de un crecimiento oculto, de un proceso de crecimiento interno secreto, silencioso, que nadie es capaz de notarlo a menos que se haya manifestado físicamente.
Cuando se hace referencia al hombre que toma una semilla, un grano y lo siembra en su jardín, no debe leerse “el jardín” en un sentido literal o superficial, pues ello equivaldría a no sembrar la semilla en el lugar correcto, y por tanto ésta moriría.
La Referencia en el comienzo sobre los dos árboles
El Adam y su descendencia han sido sembrados en el Jardín. Sin embargo, su semilla a lo largo de las generaciones se ha nutrido de elementos tóxicos, propios del árbol del bien y del mal (s.a.ta.n., la mente y sus meandros), en lugar de los frutos de la semilla sembrada en ellos que es La Palabra de Yahveh, propios del Árbol de la Vida (Yahshuah).
Si se comprende de una manera profunda, espiritual pero real y por ende visible, la semilla sembrada a una profundidad adecuada no tardará en germinar prósperamente.
El grano crece en secreto, la germinación es un proceso discreto. El resultado no tardará en ocurrir, aparecerá en el lapso de determinado tiempo, tras una despaciosa maduración.
Así, el grano que se siembra en el hombre refleja la simiente de Yahveh (Yahshuah). Luego esta simiente hay que cuidarla para hacerla florecer y por ende fructificar.
El grano es La Palabra, luego La Enseñanza; “el sembrador siembra la palabra...” (Markos 4:14)
Sin embargo, el grano también puede ser el propio hombre, con lo cual algunas parábolas adquieren otros matices.
La metáfora del grano aplicada al ser humano hace que comprendamos la naturaleza y esencia de éste a partir de instrucciones (leyes) orgánicas, mediante la transición de éstas a la esfera espiritual. Pero, sabemos que algunos granos mueren, no porque haya pasado de un estado a otro, sino simplemente porque se secan. Evidentemente no se trata simplemente de una muerte física, lo cual trasciende lo espiritual.
En la parábola, el elemento crucial y por lo tanto más importante no es el sembrador o la semilla, si no la naturaleza misma del terreno sobre el cual cae ésta.
Todo gira en torno al interrogante sobre “la tierra buena” (Adamah Tovah), pues solo la buena tierra preemitirá el desarrollo de la simiente, su crecimiento y fructificación.
Siendo así, cada cual es labrador de sí mismo; cada cual debe abonar con buena sal su propia tierra si desea que ésta abunde floreciente y con enormes cantidades de fruto.
De ahí que ineludiblemente desemboquemos en aquello que se requiere para contribuir a enriquecer la tierra al hacerla más propicia para la siembra.
Matiyaju 5:13
“Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se le salará?.....
Esta parábola constituye una instrucción en forma de advertencia confirmada por otras parábolas.
Quien no se transforma será destruido y nada quedará de él. En sí la sal refleja en términos interiores la Sabiduría, en este caso, la transmitida por El Maestro a Sus discípulos. Si la sal se malogra entonces no hay forma de abonar la tierra luego, la semilla quizás no muera, pero crecerá de manera irregular, retrasada, lenta hasta no pasar más que por un crecimiento atrofiado, tardío.
Yahshuah alude al procedimiento agrícola propio ya del tiempo de Su contemporánea Kanaan, el cual consiste en agregar sal al abono para acentuar sus propiedades y contribuir a enriquecer la tierra para obtener favorables resultados.
En un sentido interior, solo el discípulo, es decir, el centro del ser humano es quien puede recibir la sal, es decir, la Sabiduría. El discípulo sabio es quien fertilizará adecuadamente su terreno interior, empleando el abono recibido de forma hábil y consciente a fin de obtener un crecimiento prospero y por demás fructífero.
Así, la Sabiduría es empleada como la sal, a fin de lograr la maduración (reflejada en los frutos) de la semilla de Yahveh en cada terreno humano, sin olvidar que lo más importante es el cuidado y la conservación (cultivación).
Si el discípulo (tú y yo) no consigue comprender la instrucción (Torah) que Yahshuah le ofrece, nunca accederá al conocimiento que en verdad lo transforme y no podrá sino degradar La Enseñanza (la Palabra de Yahveh) que se le ha transmitido.
Así, podemos darnos cuenta fácilmente de la gravedad de lo que está en juego y comprender por qué Yahshuah insiste tanto en la necesidad de tener oídos para oír (escuchar), abiertos para la Sabiduría y el entendimiento, en posición a los oídos obstruidos por la ignorancia y la incomprensión.
Yocjanan 15:6
Si alguno no permanece en Mí…
Matiyaju 3:10 comparar con Matiyaju 7:19
Ya está el hacha puesta….
Todo árbol que no da buen fruto….
Matiyaju 13:12
Porque a quien tiene se le dará y le sobrará….
Yahshuah no amenaza, ni tiene la intención de amedrentar a Su auditorio. Sencillamente, se limita a enunciar un principio superior que se puede valorar o no. Eso se puede ilustrar por medio de la narración acerca de la higuera:
Matiyaju 21:18-20; Markos 11:12-14; Lukas 13:6-9 (versión edulcorada por Miryam)
La aparente dureza de estos pasajes queda atenuada si se comprende como sigue:
Al discípulo dispuesto se le dará, además del Pacto, la Renovación (el perfeccionamiento, la comprensión) de éste. En cambio al discípulo indispuesto se le quitará hasta lo que tiene, es decir, La Instrucción de Yahveh convertida en “leyes” humanas (convertidas a manera de hombres) en forma de tradiciones que, suspendidas en sí mismas, más temprano que tarde, caducarán.
Así, la comprensión de La Enseñanza Mesiánica tiene por sustancia la puesta en práctica del proceso de labranza, siembra, germinación, crecimiento, florecimiento y fructificación.
De no realizarse este proceso de producción vital, el discípulo se condena a sí mismo a la oscuridad de la ignorancia y la confusión.
Pero, no basta solo con cultivar (cuidar) la semilla, sino que también la vigilancia debe ser cultivada a la par con ésta.
Yahshuah instruye respecto de hasta donde se debe ir en nuestra exigencia interior a fin de llevar una auténtica labor de purificación. No se puede sembrar una semilla si la tierra no se ha abonado previamente, es cierto; sin embargo, ésta no podrá abonarse, si previamente no se ha labrado de manera adecuada. La labranza o arado es muy importante pues por medio de ella es que se arrastra con toda forma de pensamiento que obstruya la siembra aún estando bien abonada la tierra, y por ende la germinación posterior. Si del suelo no son raídas las alimañas que éste trae consigo, éstas comerán la semilla, o sus raíces en caso de que se le permita cierto grado de crecimiento. No se puede sembrar nada a menos que la limpieza del terreno sea rigurosa.
La pureza a la que El Maestro se refería, no puede ser analizada por el pensamiento humano a menos que se trate de mera retórica, vana ilusión. La humanidad debe erradicar, arar, raer, el orgullo, la vanidad, la avaricia, la cólera, el apego, el egoísmo y los prejuicios, entre muchas otras cosas más.
Aún en el proceso de crecimiento, la maleza (árbol del bien y del mal o mala hierba) suele crecer junto a nuestro nuevo árbol (Árbol de la Vida), tal y como lo describe la parábola del trigo y la cizaña:
Matiyaju 13:30
Matiyaju 3:12
Yocjanan 15:6
De igual manera la figura de la viña que debe podarse remite a un estado de purificación constante. Cada vez que uses la copa, sabes que tienes que limpiarla no solamente por fuera, sino también por dentro, a fin de que ésta siga siendo transparente.
Markos
7:21-23